Son las 19:53. Estoy en el banco en frente del jardín vertical del CaixaForum. “El seto”, como lo llamas tú. Es aquí donde aquella noche supe que me seguirías haciendo reír toda la vida, es aquí donde hemos seguido viniendo todos estos años. Es aquí donde me pediste matrimonio. Es nuestro sitio.
Son las 19:55. No estás conmigo. Tu trabajo te ha llevado, como tantas veces, a otro país. Parece que fue ayer cuando me susurraste al oído que ibas a hacer de mi ciudad la tuya.
Son las 19:56. Saco el móvil, conecto los cascos. Navego por todas mis carpetas de música. Encuentro la que estoy buscando. Patrick Watson. ¿Qué disco dijimos hoy? Ah, Just Another Ordinary Day, es verdad.
Son las 19:58. Le doy al play y al pausa inmediatamente. Todavía no son las 20:00 y no voy a empezar a escucharlo hasta entonces. La música siempre fue un lazo muy fuerte entre tú y yo.
Son las 19:59. Desde que tienes este nuevo trabajo y te tienes que marchar a otros países, decidimos hacer esto: compartir un disco. Darle al play al mismo disco, a exactamente la misma hora. Nos permite sentirnos cerca el uno del otro pese a los kilómetros.
Son las 20:00. Suenan las primeras notas de piano y la primera frase “Just another ordinary day…”. Qué discazo este. Has elegido bien hoy. Me llega un mensaje: “Contigo, ningún día es ordinario. Te echo de menos.”.